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martes, junio 01, 2004

"Háblame del mar marinero".

Érase una vez una marinero que surcaba los mares. Hasta ahí todo normal. En realidad todo así lo era. Se sentaba en una butaca a estribor y veía pasar aves, pececillos voladores y avioncillos. Apuntaba a las aves con un cañón imaginario. Rara vez acertaba aunque siempre le quedaba la sensación de haber andado cerca. A los pececillos voladores los atrapaba con una gran red. No se le escapaba ni uno. Tras dejárlos en el suelo del barco, éstos brincaban de nuevo a alta mar, ¡Eran voladores! y al marinero le resultaba un tanto cómico. No obstante, lanzaba grandes risotadas voladoras y animadas. A los aviones les gritaba un gran cúmulo de improperios. Desde la "B" de bastardo hasta la "J" de joputa, pasando por la "J" de Joputa y la "B" de bastardo.
Un buen día, o malo, o simplemente normal, el marinero observó el horizonte curvo que había estado buscando desde hacía tiempo. Había leído acerca de la característica redonda del mundo. El mar tenía que girar en algún momento. Era como el marinero lo había imaginado: drastico y rontundo. También bello.
El joven marinero tenía su teoría: Si consiguiera alcanzar la suficiente velocidad, una vez llegado el precipicio curvo, podría descarrilar con facilidad de ese gran tio vivo llamado tierra, con aspecto en ese final de esas grandes montañas rusas, grandes aglutinantes de gritos y alaridos. Sí, era sencillo.
Una vez llegado ese momento, comenzó a incrementar la velocidad del barco. "Falta candela", se decía conforme se venía ante él la curvatura de la Tierra. 20 metros. Más velocidad. Quince. Más. Cinco... el barco volaba y el joven marinero no daba crédito a lo que veían sus ojos que, con su cabeza, miraban hacia atrás. A su espalda quedaba la curva del mar, el mar, los pececillos voladores, las aves, los avioncillos... y por defecto, todo lo que el joven marinero había sido algún día y de lo que había conseguido escapar.
La moraleja del cuento es que el marinero sigue en alta mar, sentado a estribor, haciendo como que tiene un cañón que puede disparar contra las aves que de vez en cuando planean sobre su nave.
PD: Si alguien pierde el Norte, avisadle cuando deje de ser divertido. Puede que un día lo encontremos solo, intentando agarrar en plena calle, lo que parece ser una cuerda de muchos metros de longitud.

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