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jueves, febrero 17, 2005

Coches de ocho kilos (con nevera y cama incluídas). Zapatillas de 120 euros. Copas de Jacks a 6 euros siempre (no siempre). Esto no es anuncio de Mastercard. ¿Y todo lo demás? Si nos arrancamos nuestro estilismo de peluquería, nuestros gallumbos sin costuras, las canciones que pedimos a los camareros para que nos miren y pierdan la cabeza, el último disco de "Los hermanos químicos", el folleto con las ofertas estivales del centro-spa recien inagurado, los easy on y cosas de ese palo (también llamado pene)... joder, ¿Qué nos queda?
Las gomas de borrar se usan y sus virutillas... ¿Desaparecen? Hacemos ese gesto con la mano quitándo de nuestra vista lo que segundos antes eran la auténtica traslación de nuestro puño y letra... y quién sabe donde irán a parar.
A veces sueño algo bonito. Romántico, erótico y apabullantemente ilusionante. Despierto feliz y vivo un tanto engañado sobre mi condición humanamente imprescindible para el resto de personas. Pero obviamente, ni romanticismo ni ostias. No somos nada... por mucho que nos pese.

Joder.

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